miércoles, 15 de abril de 2009

EL TURISMO DE ENCLAVE

Foto: Alberto Phumpiú

FORO DE CULTURA Y TURISMO

EL TURISMO DE ENCLAVE

Recientemente hemos sido testigos de la manera en la que una vez más (¿cuántas serán?... hace mucho tiempo que perdimos la cuenta) el servicio de ferrocarriles con destino a Machu Picchu ha sido interrumpido por campesinos de la zona que protestaban por su derecho al agua. No es posible de imaginar la irritación y la frustración de los turistas, sean locales o extranjeros, que llegados al Cusco ven desbaratarse sus ilusiones de manera tan inusitada.

Desde luego cabe preguntarse ¿porqué suceden este tipo de incidentes de manera tan frecuente en el Cusco? ¿Qué es lo que está sucediendo? ¿Cuál es la explicación que se pueda dar de ello? Probablemente, no exista una sino varias explicaciones. Entre la varias explicaciones no creo atendible aquella que con preferencia repetitiva esgrimen siempre las autoridades: los agitadores políticos. Creo que esa es la más fácil y la más estúpida de las explicaciones.
Sin embargo, ¿porqué una y otra vez la gente en el Cusco comete este tipo de tropelías? ¿A qué se debe que esto suceda tan frecuentemente? Pienso que una posible respuesta sea que el desarrollo del negocio turístico y los recursos que genera no están llegando a la población cusqueña. De ahí que estas interrupciones al paso del ferrocarril sean frecuentes, porque en nada afectan a la mayoría de los cusqueños que no se sienten partícipes de los beneficios que genera esta actividad económica, a la que por lo demás miran con ojos ajenos.
Y la sensación que uno tiene, es que en el Perú se está gestando un turismo de enclave que no tiene mayor diálogo o vinculación con la población circundante, la misma que no siente que la actividad turística le reporte alguna satisfacción inmediata. Seguramente la falta de una política inteligente sea parte de la respuesta. La impresión que se tiene es que se pueden construir muy buenos hoteles… pero que el paisaje circundante debe ser siempre el de los típicos indiecitos, viviendo en sus casitas miserables, pero siempre sonrientes (y hasta avispados: ¡wan dólar míster!)

Y la verdad, no se crea que se trata de ahuyentar a los inversionistas en hotelería… pero en el mundo globalizado el mundo subdesarrollado (el tercer mundo) tiene un papel que cumplir dentro de este esquema turístico universal. Y si no lo creen, vean por el cable los programas de Lonely Planet (de triste e inaceptable recordación para los peruanos) con su marketing mundial compuesto por guías de viajeros, mapas y hoteles “para mochileros”. El turismo en países como el Perú o los países africanos o de las islas del Caribe, es un turismo pintoresco, exacerbado, además, por las autoridades locales a través de la publicidad con la que promocionan el país.
Y todo esto, en el Perú, se ve mezclado con un sentimiento fenicio primario (claro no podía ser de otra forma) en la que la irrefrenable ministra mediática del sector turismo toma decisiones que no le corresponde (que en todo caso correspondería al Instituto Nacional de Cultura si existiera de verdad) y en el que los empresarios del turismo quieren tener las manos libres (recuérdese el caso del teleférico de Machu Picchu y la peregrina idea de iluminar los cerros y abrir el santuario las 24 horas del día y los 365 días del año).
Hay que recordar la manera intrusiva con la que se viene actuando en la ciudad del Cusco y en el Valle Sagrado que de Sagrado conservará dentro de muy poco solo el título ya que se verá plantado de condominios, hoteles y piscinas para que antes de lo esperado deje de proporcionarnos las maravillosas mazorcas de choclo que son únicas para todos nosotros.
En el Perú deberíamos replantear esta actividad dedicada al turismo antes que el mercantilismo y el falso triunfalismo acabe con lo poco que tenemos, y una manera de hacerlo es la de encausar el Turismo al lado de la Cultura, porque es lo lógico en esta actividad: la gente, estimados lectores, viene al Perú por nuestra cultura (a pesar de que nos suene a risa). La gente viene a ver en el Perú los monumentos arqueológicos y las iglesias y conventos, preferentemente. Es decir, viene a ver la creación cultural del hombre peruano a través de generaciones.
Algo que las autoridades de turismo y cultura (juntos o por separado, como se quiera) no pueden, ni les conviene, ni quieren ver.
El turismo en el Perú está tomando ese peligroso perfil de negocio de enclave. Mientras esto continúe y se acentúe, hechos como el referido al inicio de este artículo se seguirán produciendo una y otra vez.

Raúl Goyburu


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